La trata de blancas es la esclavitud del siglo XXI, y aunque parece algo lejano, sólo tenemos que pasearnos por los polígonos industriales para darnos cuenta que detrás de las luces de neón hay auténticos dramas. Mujeres engañadas, traídas de países pobres, que salieron de sus casas buscando nuevas oportunidades y se encontraron vendidas por familiares al módico precio de 1.000 dólares a un proxeneta que las traerá a nuestra rica Europa a prostituirse en burdeles de falsa felicidad.
Según estimaciones de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE, el tráfico ilegal de seres humanos podría ya haber superado al de armas, al haber alcanzado en el 2005 un volumen de negocio superior los32.000 millones de dólares anuales, un negocio en el que son explotados 2,5 millones de personas. Tampoco sabian que la mayoría de las víctimas son mujeres y niños que caen en manos de criminales sin escrúpulos. Son explotados sexualmente y obligados a trabajar en condiciones de esclavitud. Se estima que más de la mitad de las víctimas son menores de 18 años y no hay país que se salve de esta moderna forma de esclavitud.
Una chica que se vio inmersa en este mundo, dijo:
“La primera vez que fuí a las calles estaba vestida pobremente por mis chulos, estaba medio desnuda.
No lo soportada, eché a correr y me escondí detrás de los cubos de basura, estaba tan avergonzada….
estaba tan deprimida, tan triste, no había nada que se pudiera hacer y tenía que volver ahí todos los días.
Poco a poco fuí perdiendo mi dignidad como mujer, perdí mi orgullo, la mujer que había en mi se esfumó y me
volví salvaje”
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